Imagen Oscar Olivares |
Había una vez un país, hoy perdido
en la memoria de sus supervivientes, que era prospero y se convirtió en la cuna
de muchos otros súpers que venían de tierras lejanas, con sus sueños rotos y
allí remendaron sus alas y volvieron a volar.
No fue hace tanto que existió ese país
prospero, incluso hoy su tierra sigue siendo un Edén, un lugar bendecido por variados
Dioses. Pero… ¿qué le pasó?, ¿cómo se perdió?, ¿por qué se volvió un añorado
recuerdo?
El Edén fue víctima de un rey bárbaro,
con intenciones de traer lo bueno, pero su ser estaba herido, su corazón helado
y su pasado lo carcomía. Sus ideas de gran monarca fueron radicales y preparó
el camino para una caída drástica. Sembró odio, lo regó con paciencia y dividió marcadamente
aquel pueblo que se amaba. Liberó a los demonios menores del infierno que poco
se conocían en aquellos parajes y junto a ellos, disfrazados de ángeles,
envenenó discretamente el aire y sentenció el futuro de esa próspera tierra. Por
cada obra que daba el rey quitaba otras, pero el pueblo cegado aplaudía tales
cosas.
Ese rey cayó vencido por sus
propias armas. Dejó súbditos supuestamente fieles, dejó seguidores que en el éxtasis
de tener tanto de donde sacar no querían abandonar lo fácil. Ese rey dejó un
imperio tambaleante, lleno de fisuras que él sostenía, porque en el fondo
guardaba sabiduría. Grietas que al primer descuido desplomaron la bandeja de cristal
donde reposaba el país prospero, el Edén, que cayó desde lo alto a las profundidades.
Aquella tierra quedó a merced de los demonios antiguo, esos que antaño el rey bárbaro
le había prometido a su pueblo que no volverían.
La mentira los destruyó, los falsos
ocultos en el polvo tomaron la fuerza de los corazones inocentes e ilusos que
lo habitaban y se los devoraron. Bañando luego con la sangre sus victorias.
Los corazones corrompidos de
aquellos que decían amar aquella tierra sagrada doblegaron ese lugar y sumieron
el alma de sus habitantes en un limbo. Los enterró en el desespero eterno, la
impotencia y rabia. Los llenó de hambre, inseguridad y pestes.
El pueblo angustiado salió a las
calles, peleó por el pan, mientras que la sucia autoridad les lanzaba dardos
llenos de maldad. Dormían con los ojos abiertos, temerosos de que les quitaran
lo poco que tenían, algunos sólo contaban con la vida. Se arrastraban como
perros heridos, caminaban llenos de desespero buscando algo para curarle el
cuerpo a aquel querido que moría, pero ya no había nada, sólo quedaba hambre,
muerte y desdicha.
En medio de la angustia se alzaba
el otro rey, el rey pelele. Con su circo de payasos y su discurso vacio, nada
que ver con el rey bárbaro que por lo menos era digno de ser un monarca, porque
la barbarie también debe ser admirada. Andaba por allí diciendo que en aquel
Edén no pasaba nada, mostraba sólo lo que quería mostrar y callaba con amenazas
lo que no coincidía con su disfraz.
En un soplo de desesperación el
viento los sobó… Allí el pueblo que durante años estuvo cegado abrió los ojos. Percibió
su alrededor y vio que el Edén seguía siendo el Edén, sólo que las sombras de
aquel pozo lo hacían ver lúgubre y apagado. Alzaron la vista y allí lo
visualizaron, el antiguo nicho. ¿Cómo llegar allá?, se miraron unos a otros y
lo que vieron fue sus caras en agonía, doloridas por las pérdidas, sedientas,
llenas de hambre, con los sueños rotos y superviviendo.
Echaron la vista al monarca, gordo,
sonriente y lleno de maligna vida… ¡qué ridiculez! Exclamaron, lo observando arrastrándolos
más a la oscuridad para fundirlos con los demonios que a él ya habían fundido.
Ya no querían hambre, no querían mendigar.
Ellos eran ricos, su Edén, su paraíso podía darles mucho más. Ese no era el
camino, nunca lo fue, el país prospero nunca fue candidato para ese sistema del
rey bárbaro y allí quedaba en evidencia el fracaso, seguían siendo esclavos
pero con otros amos.
Buscaron entre los trozos rotos de
la bandeja de cristal, nadie se sentía con fuerza de repararla y trasladar al
Edén de nuevo a las alturas. Un brillo fulminó el cielo… Voces de antaño, se
alzaron y decidieron que ese era su destino, reponer cualquier daño que en el
pasado distante habían hecho y sacar a ese pueblo, su pueblo de la miseria y
pena.
Existe un país prospero, rescatado
de la memoria de sus supervivientes. Encaminado a renacer de las cenizas como
un ave fénix. Muchos lo han dejado porque lo amaban tanto que no podían verlo
agonizar, otros porque no podían y otros más porque apuestan por él.
Ese país prospero, es mi país, yo
apuesto por él. Sé que el camino al nicho es largo, que debemos tener guaramos
y estar dispuestos a seguir superviviendo. Verle el lado bueno a esta
desgracia, el rey bárbaro nos dejo en medio de la crisis, tal vez no hay que
juzgarlo, esto que nos heredo nos está enseñando a ser fuertes y a no decaer. No
todo fue malo, nos abrió los ojos. No todo es malo, nos impondremos y
doblegaremos el hambre, la inseguridad y la peste. Siempre estarán ahí, pero
nosotros seremos esperanza.
Ya debemos dejar de aferrarnos a
algo que no nos ha llevado a nada, ver hacia el futuro. Evaluar lo que tenemos
como Edén y darle poder a nuestra tierra bendecida por variados Dioses. Dejar de
tener miedo por caer de nuevo, supuestamente en las mismas manos, pero no
tenemos más manos y ya no somos inocentes, estamos recorridos y espero que
nunca más nos dejemos cegar y calentar la oreja. Ya no vivir de promesas. A
nuestro monarca se le deben exigir hechos y nunca aplaudir que se nos quite o
se nos den migajas, porque somos los hijos del Edén y él nos puede dar a manos
llenas, si trabajamos codo a codo y por el bien de todos…
No pido un Edén literal, pero si un
Edén donde soñar no duela y lo básico que se puede dar no se le niegue al que
se revienta para trabajar y aportar al Edén…
Fuera el Rey Pelele y sus payasos,
Revocados y Enterrados…
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