viernes, 28 de abril de 2017

Volveré, volveré, volveré…

“En la luz dorada del amanecer se detuvieron para ver su tierra por última vez.

-¿Volveremos? –murmuro Irene.
-Volveremos –replicó Francisco.

Y en los años siguientes, esa palabra señalaría sus destinos: volveremos, volveremos…” 

(De amor y de sombra – Isabel Allende)


Ave dibujo a lápiz - zafirocalderon

En los años de juventud, digo esa edad ante de los veinte, vivía volando entre nubes llenitas de sueños, sintiendo a mi alma en el pecho, desesperada por salir al vuelo, ¡qué trocito de tierra tan pequeño!, me exclamaba a cada hora la condenada.

Delicados dibujos a pluma y lápiz
Como toda jovencita de casa, formada para cumplir con lo que se espera…, crecer, graduarse, encontrar un empleo, casa, carro, casarse, hijos, esperar la vejez y morir. Yo me encamine a cumplir con esa lista, crecí y mientras intentaba graduarme me di cuenta de que esa lista no se ajustaba a lo que quería esa cosa sin forma, pero fastidiosa que me revoloteaba en la cabeza, me anudaba el estomago, me hacía brincar el pecho, sí, hablo de ella, mi alma, mi alma indomable. Y decidí quedarme hasta lo de graduarme, mi familia debía sentirse complacida por eso y luego darme mi independencia o yo lograrla; la independencia es mucho más que tomar nuestras propias decisiones, es cuidarnos y llevar todas las cargas…

¿Pero si la lista no era lo que quería, qué quería yo ya entrada en los veinte?… comerme el mundo como todo joven nacido en este siglo. Y para comerme al mundo era indispensable conocerlo y así empecé a soñar con pisar, degustar, embelesarme con otras tierras.

Pajaritos blanco y negro - Pinterest

¡¡¡Risas!!! La vida se intenta planificar, sin embargo es una resbalosa. A los veinte y más, protagonice múltiples episodios bastante estresantes y que bueno... me dejaron fuera del cielo minado de sueños y me bajaron de las nubes, aprendí a controlar mi alma y se quedó encerrada, luego en medio de ese abandono de múltiples fantasías me enamoré. Ya empezaba a anclarme, ya no quería comerme el mundo, pues este me había dado un par de buenas mordidas. No obstante, la situación en mi entorno, los conflictos, la vida de otros, el desgaste social en mi pequeño universo, me hicieron volver a cuestionarme. Allí estaba de nuevo y el verme al espejo me dio sentimiento, porque me di cuenta que había dejado a la niña de mis sueños sin pan y agua en la cárcel de mi cuerpo. Y a ese sentimiento que sólo escocia, se le sumaron las calamidades de mi alrededor, dicen que lo mejor de cada quien florece cuando ha tocado fondo, yo había tocado fondo, mi tierra había tocado fondo... reaccionaba o me volvía una con el piso. 

Mi amor se mudó, migró kilómetros –por un mejor porvenir- y prometió volver por mí. Su aventura me invitó a soñar de nuevo y en esa fracción de mi vida me reencontré... Finalmente ha llegado ese día de ir tras mi amor y ese mejor porvenir para los dos y para mi alma.

The woman and the bird - Rafael Navarro

Aquí no quiero hablar de la situación de mi país, sólo de lo que se siente dejar un lugar donde ya estabas haciendo raíz, cuando uno es joven, muy joven y ha vivido poco –experiencias de vida- el entorno se le hace pobre y quiere irse, pero cuando creces un tantito, te da nostalgia dejar y empezar en otro lugar, eso pasa porque al crecer te amarras a ese suelo y al irte debes desprenderte y por más que sea eso duele.


Delicados dibujos a pluma y lápiz

Hoy me toca levantar la cara, ver ese horizonte que tanto quise perseguir y aventurarme por ese camino que en mis años mozos tanto quise pisar. Voy por una nueva aventura, una nueva oportunidad para mis sueños y porque sigo sin querer aferrarme a listas, aunque ya de esa lista de antes he adoptado varios ítems. El alma vagabunda se remueve cuando digo me voy, se remueve porque sabe que va extrañar los gestos de su gente y sus rutina aquí. Por eso susurra, volveré, volveré, volveré…  




G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto



***








Recomiendo escuchar:

lunes, 3 de abril de 2017

Sobre la muerte - La inevitable muerte, la finita vida

Ese momento cuando todo te cambia, convirtiendo tu mundo de colores brillantes y variados en uno gobernado por escalas de grises… naces y unas manos firmes te guardan, te arrullan, te alientan, te calman, pero después en un instante abres los ojos del alma, de la conciencia y te das cuenta que todo es tan efímero y que esas manos firmes del primer respiro, no son eternas y en cambio son tan frágiles.

Andre Kohn Zeichnungen
Nací en el año 90, maravillosa época, la hija deseada de un matrimonio estable, tuve una niñez muy normal, con las pesadillas que algunos enfrentan, fui mimada, también humillada por lo altos estándares de la sociedad, inculcados desde los primeros pasos, desde pequeños sabemos que es feo y yo para mis compañeros no fui un lucero. Realmente tuve días muy normales, a los tres años me obsequiaron una hermana y junto a ella cree juegos, consolé lágrimas al cometer travesuras y pagar el precio. Junto a ella he compartido y vivido la inevitable muerte, la finita vida.

Cuando tenía ocho años y mi hermana cinco, perdimos a mi madre, fue un episodio fugaz. En un momento mi madre estaba despidiéndose en la puerta de la casa de mi abuela, prometiendo que regresaría temprano y al otro, todos lloraban su cuerpo arreglado de blanco dentro de un ataúd. Causa de la muerte, en el acta de defunción se citan varias afecciones, de esas con nombres raros, pero poéticamente, el corazón se le rompió en decenas de minúsculos pedazos.


nochedeamanecer.blogspot.com
Me costó mucho aceptar que no se trataba de una película o de un juego de muy mal gusto, esperaba que me dijeran, ven Milagro (es mi segundo nombre, así me llama mi familia) todo es mentira… o más dramático aún, que mi mamá llegará y dijera, tranquila, se equivocaron. Para mi trauma, acepte la verdad cuando parada al ras del hueco, donde metían el ataúd, me dio un ataque de miedo. Siempre le tuve miedo a las alturas y todo lo que podría inspirar una escena de miedo y aquello me inspiraba una escena de miedo, lo mismo pensé que le pasaba a mi madre en esa caja de madera, debía tener miedo, no le gustaría y lo peor era que para mi inocente ser nadie la ayudaba, grité, lloré, pataleé y sollocé para que la sacaran. Entendí entonces que era verdad, ella estaba muerta, ella no volvería, ella ya no sentía.

Superé de la mejor forma quedar huérfana de madre, empecé a batallar con mis días y junto a mi abuela paterna -mi hermana y yo- nos consolamos la ausencia femenina… Nos quedaba nuestro padre.

El señor José, nuestro padre, fue un ser muy difícil, era exigente, pero abnegado, quería protegernos y que hiciéramos lo correcto. No obstante, creo un muro de miedos y se volvió distante, a pesar de que no apartaba su pisada de nuestros pasos. Nos forjó a mi hermana y a mí con temple, mano duro, disciplina y nos hizo mujeres independientes, capaces de afrontar la vida, nos preparó para enfrentarnos al mundo. Sólo que en el camino olvido juzgarnos menos y halagarnos más, nos hizo inseguras en secreto, temerosas a la vida (en pequeña medida) y con cierto grado de locura (grado alto)…

Soosh - Superman
A la edad de veinticinco años yo era un desastre, vivía sumida en los rincones, deprimida, reducida… Estaba pasando por un periodo de poca valoración propia, tenía problemas existenciales y en medio de ese show mediático llamado mi vida, enfermó mi padre, en un abrir y cerrar de ojos la gran muralla, la imponente montaña, el majestuoso roble, el imparable, el inquebrantable se redujo a un remanso de dolores, fluidos, jeringas y falta de esperanza.

Pinterest
Tuve tanta rabia, tanta rabia, por qué, me pregunté un centenar de veces, por qué debe ser así, ser tan fuerte, ser tan capaz y luego no poder limpiarte el culo. Trabajar tanto, ayudar tanto, para que luego no puedas ni respirar. Me interrogué, una, otra y otra vez… ¿de qué depende la forma de morir, el momento?

Era la primera vez que me enfrentaba a este deterioro, mi madre tuvo una muerte instantánea, un desenlace fulminante. En cambió mi padre se marchitó poco a poco, se quebró a pedazos, fue perdiéndolo todo a tramos y lo peor era que suplicaba una segunda oportunidad. Un tumor cerebral, una masa de aproximadamente 6x6x6 le jodia la existencia y al parecer el destino confabulaba, no se lograba operar...

La finita vida de José Santiago, su vida se basó en criarnos y sólo me vio a mí graduarme, a mi hermana la dejó encaminada, pero con un puesto vacío el día que marcaba una de sus tantas llegadas. José no vio cumplida su propia meta, vernos ser profesionales.
Soosh - Padre e hija

La finita vida de José Santiago, marcada por posponer y esperar a que mañana se dieran mejores condiciones para hacer algo por él. Una existencia reducida siempre en preocuparse por lo demás y olvidar sus necesidades.

La inevitable muerte de José Santiago, recuerdo que mi papá lloró mucho antes de morir, decía que le faltaba mucho por vivir… Murió en el hospital, luchando por respirar, no había capacidad para una muerte decente, no había nada realmente. Murió resoplando, puedo decir que murió luchando, hasta que mi hermana (su chiquita bella) le dijo, está bien, te puedes ir..., pero yo no me despedí.

Quedé huérfana hace un año, en una noche de abril, lo supe desde siempre, cuando lo vi en la cama mirando fijo una luz que no podía ver. Generalmente los gigantes cuando caen difícilmente se levantan, porque ya han dado bastante.

Recuerdo que llegue a escuchar, “Dios sabe lo que hace”. ¿Realmente Dios sabe lo que hace? No lo sé, tal vez Dios sólo ve como un espectador más y dada su naturaleza no se aterra, ni se espanta, incluso ni se alegra, únicamente ve. Seguramente para él la muerte es un episodio más y el sufrir una forma interesante de distracción antes del final.

Después de la muerte de mi padre me quedó un mal sabor de boca, él se aferró tanto a vivir y desperdiciamos nuestros días aferrados a esa idea, que  cuando le tocó partir yo tenía una relación quebrada con él, quebrada porque sentía que le había fallado. Hoy aún siento eso, siento que debimos compartir de mejor forma sus últimos días, agradecerle por todo, pero no fue así y no lo será… Mis recuerdos de su final serán siempre que pude hacer más, que no le dije cuánto lo quería y que hubiera dado lo que di y más por verlo otra vez levantarse tempranito e ir a la cancha cercana a la casa a darse un trotecito.

Soosh - Desde lo alto



Esto es sobre la muerte, sobre las muertes de mis padres… y mientras releo esto pienso, sin importar los sueños, los planes, en algún instante, de alguna manera nos vamos a morir.



G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto









Recomiendo leer:
El diario de Ana Frank
Sobre el libro



sábado, 18 de febrero de 2017

Sobre el amor – Intentando escribirle a mi amor

Me ha costado una barbaridad empezar… ¿será porque intento convertir en palabras mis sentimientos? Aunque creo que no son los sentimientos los que me imposibilitan, porque se me hace muy fácil escribir con rabia, ¿será que se me dificulta porque intento hablarle a mi amor? Creo que es eso, yo no acostumbro a hablar de amor, de mi amor, de este amor apasionado que siento. Sí le he escrito al amor, al amor que anhelaba, pero es la primera vez que le escribo al amor que tengo. En definitiva es eso, no sé qué palabras usar en este caso.

Empecé diciendo… Para ti son cada uno de las palabras que escribiré a continuación, pero sentí que era tan tonto, obviamente es para mi amor, entonces para qué repetir. Es que no sé, me hice bolas. Al final, después de tachar, borrar, intentar, me siento un verdadero ogro al no poder decirle buenas cosas a mi amor. Ese que sin querer entró en mi corazón, se ancló en mi alma y alejó la soledad y desesperanza. Aunque también me ha dado dolores de cabeza, pero eso si se los he sabido reprochar, en cambio esto que me llena el pecho y me hincha sin remedio, no se lo puedo dar a conocer en larga cháchara.

No sé cómo escribirle a mi amor que tan solo una palabra suya, un gesto, una mirada me hace sentir empatucada de vida. Decirlo sin que suene raro, porque entonces cómo hacia antes para vivir… debe ser que uno mientras no lo tiene, lo ignora y al descubrirlo le cambia la existencia. Me imaginó que estas cosas la entenderán mejor los miopes, porque algunas veces andan por la vida viendo todo como pueden, pero al descubrir los lentes se dan cuentan de que realmente nunca vieron. Debe ser que yo al encontrar a mi amor empecé a vivir esa fracción de vida apagada en mí.
Definitivamente su presencia le ha dado otro sabor al día, día, en especial una nueva gama de color. Hoy ya no me preocupo por si el cielo está nublado ya que él es mi sol. Tampoco me importa si me golpean los fracasos y me quiero dejar llevar al pozo de los frustrados, porque su presencia basta para que me entren de nuevo las ganas de luchar. ¿Sigue sonando raro, verdad?

Y aunque sigue sonando raro, me vuelvo a preguntar, cómo sería si jamás hubiese aparecido en mi camino, en esta vía de mis días, congestionada por piedras, restos de metas y sueños. Cómo sería si jamás hubiese aparecido en esta senda, antes vista como un recorrido que doblega y que me hacia cuestionar el sentido del estar aquí. No lo sé, ya no lo pienso… ahora únicamente soy consciente de que eso quedo atrás, pues llegó mi amor con su honestidad, sus ironías, su relajada vista y su gran valentía, haciéndome ver con otros ojos ese camino, esa senda, no es tan malo esquivar piedras, resucitar llegadas y soñar otros sueños. Hoy poco tiempo me queda para pensar en cosas malas, tan solo me refugio en su mirada, con él la gran parte de mis temores se apagan y desde ese primer instante y por muchos más instantes quiero tenerlo presente como el amor de mi vida. Definitivamente escribo como escriben los irremediables enamorados.

Al final si lo pude decir con una corta cháchara, lo amo… 




G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto




Recomiendo leer:
De amor y de sombra - Isabel Allende



viernes, 10 de febrero de 2017

Sobre crecer – Lo que crees, lo que realmente es

Creces creyendo que el mundo no hiere, no lastima, pensando que todo se puede y que el fracaso es una mentira.

Cute Girl - Natalia Denger
Creces imaginándote los días venideros, perdiendo el tiempo pensando en lo que serás, te haces a la idea de un mundo lejano y cómo llegar.

Creces aferrada a las historias de amor con buenos finales, los libretos cambiados para no hacerte daño.


Creces y te visualizas en esos cuentos de princesas, creyendo que un fragmento de la vida ajena se puede repetir en la tuya.



Creces con la idea de que la tristeza y los tropiezos son malos y debes defenderte de ellos como si de demonios se trataran.

Y de pronto ya no hay películas con finales felices, se te estampa el realismo en la frente. Te das cuenta de que el mundo hiere, lastima y que el fracaso es una verdad latente.

Behind the doors - Art & Designs
Y de repente ya no te imaginas el futuro, porque tanto imaginaste y nada se parece a esas fantasías. Te enteras de que es mejor el presente y que ya los años no tiene el mismo sentido que cuando eras una niña soñadora.

Y allí de la nada caes en cuenta de que en las historias la gente se muere y le rompen el corazón. Que la vida es cruel e injusta… Entiendes que eres tan frágil y que si el vivir te aprieta y te asfixia, ya no hay nada.

Y en ese momento en el que te das cuenta, de lo que siempre estuvo sobándote el costado del cuerpo, lo verdadero y autentico, se revienta tu burbuja y lloras, no lloras por la mentira de tu vida. Lloras porque la mitad del tiempo viviste soñando con que sería mejor y ya era mejor...




Y rememoras ese amor que se volvió insoportable por tus aspiraciones de unicornio, te ves abandonando las oportunidades por un sueño que al fin y al cabo no era tuyo. Y piensas, qué hacer con el amor, con los sueños.

Chicas hermosas - Eudald Heras 

Y te escabulles de tu pasado, no porque fue malo, sino porque fuiste una verdadera tonta. Vuelves a soñar, pero con sueños que no te arrebaten la alegría de lo pequeño, sueños que te llenen el día de ilusiones sanas y no obsesivos quereres que no necesitas. Y te sacudes las aspiraciones del amor, te entrompas de frente al sentir y ves que duele, que quema, pero te hincha, te llena, no entiendes, pero si la vida no se entiende…


Creces y ahora amas con lágrimas. Creces y ahora sueñas sueños con llagas. Creces y aunque sigues llenándote de fantasías, entiendes que son una necesidad para inspirar el alma, pero no te desliga de las realidades. Creces y ahora te gustan las películas donde no hay un feliz para siempre, porque siempre es mucha palabra y feliz no es tan emocionante, teniendo tanto de donde escoger.



G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto



Recomiendo ver:
Pelicula La la land

Recomiendo escuchar:

viernes, 3 de febrero de 2017

El ciclo de la vida o una de mis vidas...


Imagen de Francine Van Hove - Pintora

Salí de aquel pasado de manera estrepitosa y llegue rodando por un agujero luminoso a este frágil presente. Pegue un bramido al verme despegado de mis amores de antaño y le exigí a mis recuerdos conservar por lo menos, el tacto de las nubes cuando por un instante fui un ángel. Me obligue a mantener presente en mis pequeños y nuevos oídos, el susurro tranquilo del aire de ese lejano paisaje.

Pero inevitablemente el tiempo se volvió de nuevo mi enemigo, me borró de un manotazo lo que había vivido, me arrebató de la memoria, la caminata a través de los cientos de luceros y en su lugar le dejo lo aprendido a mi espíritu inmortal, pero sin saber de dónde lo había aprendido.

Crecí nuevamente, mi alma volvió a ser alma y mi cuerpo volvió a ser cuerpo.

Me transforme en un chicuelo sonriente y aunque no me gustaba el nuevo género, adoraba lo sensible del ser en quien me había convertido. Allí iba sonriéndole a las margaritas, sabiendo que eran algo más que margaritas. Inocente, con un corazón minado de retazos de ese lugar que va olvidando. Ya no era lúgubre, como antes, ya no andaba sumido en penumbras… ahora tenía una caricia que consuela, una mano que me guía, una mano que nunca tuve en aquellos días de mi otra vida.

Margaritas

Me hice hombre... me deleitaba escuchando en mí silencio el respirar del resto. La canción infinita del pasto verde al ser tocado sutilmente por el viento. El murmullo de las hojas al caer hacia su muerte. El balbuceo de la rosa al abrir sus pétalos. Me convertí en un amante solitario de los bosques y un aventurero sin remedio. Encantado con cada gota de agua que cae emocionada y forma charcas en el medio del campo. Embelesado con la suave y serena brisa de las mañanas tranquilas. Mudo ante la majestuosidad del corazón palpitante de aquel árbol fuerte e imponente, que ha vivido siglos, en medio de un lugar impenetrable.

Bosque gigante - National Geographic

Me hice hombre... me quedaba estático ante la presencia de los manantiales cristalinos. Pasmado con la voz del campo, el cantar en el claro, la orquesta de un valle, la infinidad de animales de diversos tamaños y con diferentes rasgos.

Luego me enamoré y ella era muy sensible,un ángel, lloraba por la muerte de una gota, por la despedida de una hoja en otoño. Pero posteriormente se le olvidaron las lágrimas al ver las altas montañas, los profundos pozos, las ocultas cuevas, los paraísos detrás de rocas, las maravillas encontradas en una mariposa. Se volvió fuerte, acepto los ciclos y me amó. Aprendimos a vivir con nosotros, fueron años buenos a su lado, nos multiplicamos.

Manos entrelazadas - Mochila

Y después, si hubo muchos después, pero llegaron lo días lentos, la vista se nublo, en esta ocasión, sólo recordar... un cielo azul claro y luego tan negro. Estrellas en el cielo, otras en el mar. Una rosa muerta, otra floreciendo. 

Esta vez... el final no es estrepitoso, ahora sólo duermo, una mano me sostiene, la mano de quien amo, tan cálida como la mano de mis primeros días. Otra vez vuelo, y digo "adiós" prometiendo no olvidar. Vuelo, vuelo alto, alto, las nubes, claro que lo recuerdo, de aquellos anteriores tiempos, los luceros. Y de pronto algo me jala, me jala, me quiere, ese nuevo agujero luminoso y de repente lloro, dejó atrás mis días de aventurero, qué seré en este nuevo cuerpo... y lloro, lloro, porque no quiero volver a olvidar.

G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto...

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domingo, 29 de enero de 2017

Despedida, bienvenida - Una nueva aventura...

Imagen de Francine Van Hove - Pintora

La miro y se miro con cierto pesar, tan ignorantes del futuro, con pocas experiencias. La vio allí sentada renunciando a su pasado, abandonando sus niñerías por un sueño, por las cosas que se prometían. La observó abatida, reducida y entristecida, tanto quería crecer, pero temía. Y él sólo quería protegerla, pero sentía que no podría, porque únicamente somos las marionetas de la vida. Y él sólo quería ser su príncipe, pero a veces era tan bestia, cómo sacudirse el descuido adquirido en los años y cambiar la sangre común por una más azul.

Un tanto lagrimosa, así llorosa, estaba ella, ajena a sus gestos, sin darse cuenta que ocultaba la cara entre su negra melena. Sin ser consciente de que a unos pasos él la miraba con la misma angustia que a ella le surca la cara. Temían vivir una nueva aventura, amarse, renunciar a ser egoístas y dejar atrás la soledad. 

Un poco temeroso, así dudosa, ella se tambalea y se obliga a levantarse, a avanzar cautelosa. Sin esperar, en aquel nuevo camino, siente el suspiro del viento que le chilla al oído, le dice: “no hay por qué temer”, mientras a su espalda quedan abarrotadas las cargas pasadas. Ahora sólo busca avanzar, ya no tiene miedo, lo quiere a él, lo ama a él.

Acercándose confundida, con las lágrimas ya secas en las mejillas, ya no llora como niña. Anda pisando decidida, sabe que aún es un tanto berrinchuda, pero sin duda lo ama y prefiere dejar de ser malcriada a vivir sin el olor, la sonrisa, la ocurrencia, los gestos de aquel su caballero. Él se ilumina, la ama tanto… no será invencible, eterno, inmortal, ni un príncipe, pero la ama y tiene todos los días que la vida le permita para dárselos a ella.

Camina, ella camina, sin caer en la desesperación, mientras se prepara a ver la mano de él extenderse y por fin jalarla para jamás soltarla. El viento resopla, las ninfas bajan las miradas, las hadas que antes alimentaban su imaginación se acomodan para volar y dejar atrás la niñez y timidez que le rodeaban el corazón. La inocencia que antes le adorna la mirada y le engalana las mejillas sonrojadas, se esfuma, es sustituida por lo aprendido, lo vivido, el mundo visto. Atrás se quedan los ositos en aquel castillo de juguete, se renuncia al recuerdo de las noches en las que el miedo a la oscuridad llenaba la mente de terror. Se intentan olvidar los cuentos de príncipes y sufridas doncellas, se da paso a los valientes caballeros y a que también las princesas son héroes.

Él extiende la mano, con los dedos le pinta un nuevo cielo, dentro el corazón le estalla, fuera la risa lo delata. Le besa la frente como simbólica suplica del perdón, por hacerse con su alma, por arrastrarla a esa historia no tan perfecta, pero donde dejará el alma por hacerla única y fantástica.

Ahora ya reposa ella entre sus brazos, afincando la cara en aquel pecho y él la aprieta, intentando cuidarla, arrullarla mientras pueda, pues son las marionetas de la vida. Agita la cabeza, se obliga a ignorar que no es dueño del destino, le pide a la quietud que aquel mientras pueda, se vuelva un siempre. Ahí se despiden de sus fantasías (cuentos de hadas), sus quimeras (historietas), utopías (lo ideal) y le dan la bienvenida a un nuevo comienzo, su aventura (la vida). Un inicio que ellos no esperaban, uno que nunca imaginaron. Sin embargo, él ha decidido amarla aunque a veces duela y dejar que ella lo ame aunque a veces le duela.

G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto...

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*"Amores, dolores y el mundo" - Poemario

jueves, 7 de julio de 2016

Desde las alturas - Crónicas de un caraqueño (Hotel Humboldt)

Imagen Harold M. Cooper (Hotel Humboldt)

Un viento cálido me roza la fachada, hace frío, tengo el cuerpo helado. Una suave luz me soba, me ciega, se nota cerca, pero algo incorpóreo la mantiene distante. Abrir los ojos y tropezarte con la blanca niebla, es toda una nota, que esta se disipe y te permita deleitarte, al mirar hacia el sur, con una ciudad que nunca duerme, y al norte con un mar azul, el reflejo del cielo, es una nota mayor.

Imagen Tomás Sanabria (croquis de la primera versión del Humboldt)

Fui concebido en el año 1956, bajo el gobierno de Marco Pérez Jiménez y en el furor de lo nuevo me bautizaron como Hotel Humboldt, en honor a un aguerrido hombre que en sus años mozos curioseó y se aventuró a explorar las cumbres del norte venezolano. Su nombre, Alejandro Von Humboldt, de origen alemán, considerado el padre de la Geografía Moderna Universal. 

¡Perdónenme!, por si llega a sonar arrogante, pero apenas pusieron el primer bloque, vibró en mí la grandeza, ¡cómo no!, si mis cimientos descansan sobre una bestia verde, abrupta, que enamora, da sentido y dirección a quien desde la distancia la mira. Una bestia milenaria, el recordatorio de que todo en el universo se mueve gracias a una caótica armonía.

Cuando finalmente tome forma me sentí bendecido por la inmensidad que me rodeaba, aún agradezco a la providencia tal vastedad que me llena de alegría y me da paz. Con el pasar del tiempo aprendí del viento el lenguaje de la naturaleza, con especial énfasis en el de la bestia verde, sus ruidos, rugidos, grandes suspiros y sus susurros constantes. También me bañé con la paraulata de aquellos que descansan a decena de kilómetros al sur, esos que en ciertos momentos admiran mi majestuosidad; ¡vaya! No lo digo yo, así los he escuchado hablar. Lo irónico es que ellos para mí son una de las cosas más majestuosas con las que me he tropezado.

Desde esta posición privilegiada en la que fui confeccionado, me he tripeado lo que yo considero el mundo. El lugar exacto que ocupo en esta nave de roca, llamada Tierra, se ubica al norte del Valle de Caracas, la capital de Venezuela; aquel territorio que desde la distancia satelital parece un elefante sin patas traseras, por tal motivo yo me considero caraqueño. Así que la bestia verde, que unos llaman Parque Nacional Ávila y otros Parque Nacional WarairaRepano, es mi posesión más preciada, ¡cómo no!, si sobre ella justamente me alzó a 2140 msnm.


Imagen Jesús Alberto Salazar Cabrera (Valle de Caracas)

Junto a la bestia, el Valle de Caracas y su gente, esa decena de seres que viven rápido, ¡cómo no!, porque si se duermen la selva de asfalto se los traga; representan la razón que tengo para abrir los ojos y sentir, a pesar de que soy sólo piedra.

El adueñarme de la bestia me da el derecho ficticio de llamarlo “amado cerro”. Sí, la bestia es del género masculino. Posarme sobre él me brinda mirar y embelesarme con la ciudad conocida como la de los techos rojos, cuna del libertador o sultana del Ávila. Caracas, la de infinitas escaleras, de gente que es tragada a cada minuto por otra bestia larga y de metal que pasea por los laberintos socavados en sus entrañas. La ciudad de los pocos luceros, de noche parece la continuación del cielo y de día, cuando el sol emerge, se convierte en el paraíso de las magníficas guacamayas, un espectáculo en el cielo tempranero y de atardecer.


Imagen Nelso Pulido (Guacamayas Avileñas)

En definitiva mi amado cerro es el rey del valle, un soberano al que sus súbditos visitan a diario. Lo hacen para mirar lo que él ve y cuando visualizan la gran panorámica del escenario a sus pies, les entra el sentimiento de humildad, suspiran añorando anclarse por la eternidad y perpetuar la vista de lo vasto en sus mentes. Se piensan minúsculos porque caen en cuenta de que son sólo una partícula más, habitante de este mínimo trozo de universo.

Sobre este bestia descanso y he visto no sólo magnificencia, también me he topado con las penurias, enfrentamientos por colores, minúsculas guerras por ideologías y por centenares de ideas fallidas. Me he quedado perplejo observando el bochinche de los días y las tremenduras de las noches. A la población crecer, otros cerros minarse, a una cruz anclarse y a la chorrera de caminante ascendiendo y descendiendo, en el teleférico o a pies. 

Así he pasado mis días, admirando el ir y venir, entre reconstrucciones y remodelaciones. Entre aperturas y cierres, entre pomposidad, derroche, miseria y abandono. Tranquilos, todavía me siento altivo, fuerte como joven roca. Aunque en ocasiones me entra el temor por la finitud, ¡cómo no! Si podría desaparecer en un parpadeo, he visto a otros como yo volverse únicamente escombros. ¡Imagínense!, quedar olvidado y ni siquiera ser recuerdo. 

No obstante, mi más grande miedo es no volver a escuchar el rumor, el sonido de mi amado cerro. No puedo decir dejar de mirarlo, pues nunca lo he visto desde la distancia. Por tal razón, en ciertos momentos quisiera tener piernas, de esa forma podría ver a mi amado, desde el gran valle, como lo hacen cada día y cada puesta de sol, los caminantes. Esos seres que tienen la capacidad de poblar cualquier maravillosa parte terrenal, por falta de anclaje y raíces, pero a quienes les es inevitable el rubor, el nudo el pecho, el sentimiento de desamparo que les entra cuando por cuestiones de sus individuales caminos deben migrar a lejanas tierras y renunciar, quién sabe si temporalmente a admirar a su justo y eterno monarca. De quien agradezco ser amigo, no importa que jamás lo haya visto, que nunca llegue a mirarlo. Es jactancioso anhelar tanto, me basta con sentirlo, me basta con su consuelo, me basta con su camaradería. Es suficiente que él sea mi eterno compañero en el silencio y la algarabía. Aquí espero seguir y si llego a ser olvidado y definitivamente abandonado, quedaran estas mis palabras, el texto de un caraqueño que mira “desde las alturas” y desde su primer respiro ha sido uno con el cerro. Porque quién no ha dicho, mira al hermoso cerro acompañado por el imponente Humboldt.

Imagen Jesús Alberto Salazar Cabrera (Cerro Ávila)


G. M. Santiago
P. S. Escribiré pronto...

Imagen Francine Van Hove - Pintora











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